Esta es una nota de suicidio que nadie más
te escribiría así.
Sí, estoy pensando en morir por ti.
Y desde que lo pronuncias tu
no me suena tan mal.
Y desde que lo pronuncias tu
no me suena tan mal.
Déjame caminar descalzo por el filo de tus
manos,
o por ese campo de minas que hay en tu
pecho
hasta intuir donde está el comienzo de tu
cuello.
Porque desde hace días no le encuentro
sentido al cielo
si la frase no acaba con tu boca de por
medio,
o por el miedo,
a que cualquier día de estos,
empiece a echarte de menos.
Si hablamos de finales debería de admitir
que ese crujir de la madera cuando el
grafito se parte
es el sonido que me recuerda que la poesía
siempre quiere morir.
Y yo, que estaba a punto de escribir de
nuevo tu nombre,
voy comprendiendo que la poesía
no es más que otra forma
de llegar hasta ti.
Hoy, preferiría no mentir:
He vuelto a intentar escribir como nunca,
aunque últimamente no soy capaz de
terminar ningún texto.
Será que a mi boca le falta tu aliento
a un palmo
para saber rodear al lápiz con mis manos.
Si al menos mis sabanas se pusieran de
acuerdo conmigo
y consiguieran darme algo de calor cuando
todo es frío.
Pero no hay manera.
Aplazan las hogueras en este colchón para
cuando puedan rozar tu piel
y dejan
las ojeras para la puta de la almohada,
que ya no quiere meditar con nadie por las
noches
si no sostiene tú cabello entre sueños.
Tú aroma en la habitación ahora me sabe a
veneno.
Dormir, cuando te acabas de ir,
no es más que otra forma
de intentar tomar tú pulso en la colcha.
Buscaría los sinónimos a esta forma de
soñarte sin dormir,
a barrer el suelo esquivando los "pero"
que me mantienen hoy aquí,
tejiendo la barricada que nos separa de
ese ejercito de muertos
que has resucitado con tus compases de
gemidos y silencios.
Pero antes tenía que comprender
'que es el silencio el que
a veces esconde lo mejores gritos.'
Quemarse contigo no es más que otra forma
de desdibujarle los barrotes al cielo.
No quiero otro alcohol que no sea el de tu cuello.
Y aun ebrios, mis dedos,
en ninguna oscuridad estarían perdidos,
en ninguna oscuridad estarían perdidos,
porque ahora leo en braille
las señales buscando tu ombligo.
Recorriendo en 'eses' tu
espalda hasta caer en ese abismo
que me sabe a todo menos a caída.
Tocarte es de valientes
y con suerte y aun sin
verte,
podría no dejar de serlo,
y empezar a terminar algún
texto.