"Vendrán canciones mejores
pero no tendrán tu letra ni me harán olvidar la música"
Irene X
Sigue sin querer venir a ver como os hablo a todos de ella.
Sigue sin darse cuenta de que os ha convertido a todos en insignificantes.
Es la excepción que desmiente todas las reglas que no dicta ella.
Es la excepción que desmiente todas las reglas que no dicta ella.
Una noche tracé en su espalda una
psicótica cruz
para no olvidar donde dejé enterrado
todo el calor que desprendía su piel.
Desde aquel día
le escribo con la mala letra de quien
no quiere que le entiendan
porque tiene la manía de señalar todas
mis faltas de ortográfica con flechas
porque conoce de sobra la forma que
tiene sus clavos.
A ella le encanta anillar a las
barandillas de lo alto de mi techo
cortinas de humo
que me asfixian.
Me obliga a reconocerla en otras manos
pero no me las muestra
-porque forma parte del juego- me dice
A fuerza de hierro y tinta se han
mecanografiado en el blanco de sus bragas
todas las palabras que he reordenado,
una y otra vez, intentado olvidar su nombre.
Pero esas letras están hiladas a
la punta de mi lengua
y ningunos otros dientes las han
desdibujado de ahí.
Hay un remiendo sobre mis labios
cosido con tres puntos de incertidumbre.
Pero ella sigue exigiéndome que abra
la boca y le conteste.
Sigue exigiéndome que deslice mi
lengua entre sus muslos
porque sabe que estoy sediento de
ella.
Esta última, es la peor metáfora que
he encontrado para explicarle
que soy como un naufrago rodeado de
agua salada.
Que no sabe si quiere ahogarse o sobrevivir
con los labios agrietados.
A ella le gusta dejar que el pelo le llegue justo
a la altura de sus hombros
para que le acaricie la piel tal y
como nadie sabe tocar:
Como si estuviese hecha de cristal.
Y ojala mis manos puedan encontrar en
este hecho la culpa de todas las cicatrices.
Os hablo con la voz de quien ha
observado a la muerte, dulce, consumirse en sus labios
y charcos de tinta en sus muñecas
desmembradas.
Os hablo con el silencio de quien la ha escuchado y escribe:
<<
Ella tiene unos pies que dejan sellos
con remite de vuelta a casa
por dónde camina descalza.
El ruido de sus talones subiendo las
escaleras son susurros que reclaman mis oídos.
También tiene piernas de bailarina y
sabe hacer música
con cualquier inquietos ojos que la
observen.
>>
Pero llegados a este punto empiezo a
tener la convicción
de que absolutamente nadie, nadie
ni siquiera yo,