Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde,
altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño:
creer que el cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
.
Lope de Vega
He dejado
una línea en blanco para el que sea capaz de terminarlo.
Aunque yo
siempre he sido de los que piensa que borrar palabras,
ya
escritas,
es hacer
como el que busca el consuelo del olvido
en la
ausencia de paz.
En el
caos de otras guerras.
Primero
habría que entender que
aquella
mañana todo empezó
exactamente
como acabó la siguiente:
con
ligeros relámpagos en sus ojos.
Imposibles
de ocultar.
Tendió
una mirada alrededor,
y esa
sola mirada bastó
para
darme a conocer lo que pensaba,
lo que sus
labios sellados callaban.
Una
mirada equivalente a una sentencia de muerte.
La
observaba.
Ella estrujaba
paciente el silencio entre sus manos,
sobraban
todas la palabras que nunca nos faltaron.
Y me dejó sin ninguna.
Y sin
aliento también.
Desde
aquella noche
tengo el
típico delirio predecesor de la muerte,
y es que
la sentencia siempre estuvo firmada.
Escuché el ruido de sus talones subiendo las escaleras
entre el
calor de las velas,
que se
mecían con lentitud en el aire
alumbrándonos
con luz trémula.
Prestaban
sus oídos a los versos
de
nuestro poético insomnio.
El grito
de estas apunto de apagarse,
próximas
a morir,
dejaba
destellos de luz y oscuridad a intervalos
de
agonía.
Las yemas
de mis dedos perdieron
la poca
identidad que les quedaba
por rozarse
de nuevo contigo.
Es
costumbre acariciar tú piel hasta sangrar.
Apenas
rayaba en el cielo la primera luz del alba.
Terrible
amanecer.
Como loco
soñador de quimeras
cambié el
hierro por la pluma,
las
mallas por la seda.
Inmóvil.
Una
huella de luz
como una
lagrima silenciosa que atraviesa una mejilla
y en su
afán de inmortalidad
deja un
rastro de sal
para
consumarse entre polvo.
Como las
mejores caídas.
He dejado
la última línea en blanco
porque yo
ya desafié al amor
y (me) perdí.
(contigo)