" El silencio, cuando se tiene tanto que decir,
es la peor de las torturas. "
Ernesto Perez Vallejo
La primera vez que la vi
la música inundaba cada rincón de aquella sala.
Todo se quedo en silencio un segundo después.
Ella, ni siquiera se ha dado cuenta, pero
el calor que
se oculta en su piel me hiela cada vez que me agarra por las manos.
Y creo ser
de humo.
No se ha dado cuenta, pero
las gotas de humedad de sus labios se camuflan en la niebla
que condensa en el cielo de su boca
escondiendo lo que calla.
Ella saca a bailar a la tristeza que bebe en todas las barras de bar de esta ciudad
y pinta con horizontes de colores las noches que me deja agarrarla por la cintura.
Su mirada
abre grietas imposibles en mis ojos,
como cientos
de cuervos del color de su pelo comiendo de mis cuencas
hasta
dejarlas vacías.
Su roce son
relámpagos inventando el frió en la piel
hasta
hacerla erizar.
A veces,
se coloca tan cerca que puedo sentir su respiración arañando mi cuello,
haciendo pender mi estomago
de todos los hilos de los bordes de su vestido.
A cada golpe
de talón se enredan sus piernas en mis ojos.
Y juro que
si vuelve a sonreír mientras me mira
me va a
explotar el corazón
igual que lo
hacen las bombillas al quemarse.
La primera vez que la vi
pensé que por fin la vida había llegado a tiempo,
que de repente,
todas mis heridas estaban hechas a la medida de sus dedos.
Pero
sigue
ocurriendo que dos personas llegan al mismo punto
y una de
ellas aun no está allí.
A veces tienes que resignarte
al asfalto donde se
clavan un par de zapatos.
Morder el polvo
de un par de pestañeos.
Así que calla,
me sobra con
mirarte para rasgar el perfil de las palabras que te visten esta noche,
para
apreciar que estas hecha de los espacios en blanco que adornan
mudos
los textos.
Me sobra tu
tacto para advertir la incómoda distancia entre tu ropa y tu cuerpo,
la de cientos
de charcos de miel que escondes en la piel.
Calla y
sigue mirándome
que aunque
no sea para salvarme
me estas
cosiendo a tus clavículas con cada punto de incertidumbre.
No digas
nada, que esta ausencia de ruido dure una eternidad,
y la
brevedad del momento me sepa a agonía.
Porque.
La primera vez que la viestrujo las voces de los demás entre sus manos.
Y ya todo me sabe a su silencio.
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