martes, 8 de abril de 2014

Miedo o primavera

“Podemos inventar una estación entre el invierno y la primavera;
del veinte al veinte
 uno de marzo.
Que dure lo mismo que un concierto de rock
o que el polvo mágico en el que pierdes todo el sexo acumulado en la comisura de tus labios.”




Podría haber sido un día cualquier,
pero estaba a punto de hacerle un boquete a las piedras
en las que tantas veces había caído de bruces.
Me encontré con tus piernas.

Pensaba que llegaría el verano y seguiría temblando         
sin una buena razón por la que hacerlo,
pero me encontré con la primavera
a la vuelta de tu esquina.
Era una noche fría
y hacia un calor sofocante en tus labios,
había alcohol de sobra en tú cuello
como para hacer que temblaran mis manos,
mientras por tu espalda
iban reptando.

Voy a hacer contigo como con todo,
pero del revés.
Voy a correr por encima de todos los caminos
que no me llevaron a Roma.
Por caminos de cenizas abrasadas
de historias pasadas.
Por caminos
sobre todo
hacia ti.
Pero sin correr.

Espero tener pulso suficiente
para no perder de vista el horizonte
y no romper las reglas que yo mismo impuse,
para eso mismo, no romperme.
Porque siempre he sido un poco suicida
y  he encontrado el puente perfecto
por el que siempre había deseado arrojarme.

Eres tú ese abismo
que me mata a momentos, cuando le apetece,
y salva mi mundo cuando quiere,
en cualquier otro día
en el que te dé por pensar
que las buenas noches no se escriben,
se dan.

O me inventaré una nueva salida
que sea de emergencia o de esta vía,
 fugarme contigo del vagón
y correr
sobre los raíles de esta estación
donde acabamos por equivocación.

Cualquier opción
me dejaría la sangre un poco menos fría
que la invitación,
que me he propuesto esta noche,
a cambiarte la vida.
¿Estás o tienes prisa?

"¿Me escuchas?
que digo que podemos inventar una estación entre el invierno y la primavera;
que dure un poema bien escrito o una carcajada de suerte o un beso en la mejilla."

O inventarme el frio
cuando más juntos estemos
para no dejarle más dudas
a nuestros congelados cuerpos.
Y arder en la misma caída,
porque como ya te dije,
soy un poco suicida
y me he inventado una nueva salida
de puta madre
hacia tu boca.

Pero siempre me hacen compañía las dudas,
no saber qué decir,
intentando encontrar la palabra exacta
en el momento oportuno.
O más imposible aún,
encontrar el silencio perfecto
en el momento justo
que haga que te enganches a mi ruido.


Todavía sigue siendo un misterio para mí
que sabiendo justo lo que quiero hacer
al final no acabe haciendo nada.
Porque no sé cómo actuar esta vez.

Creo que a esto mismo,
los idiotas como yo,
le llaman miedo.


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