Qué ironía la de encontrarla.
tan pérdida.
Encontrarla
tan extrañamente conocida.
Os podría
contar que su abrazo
tiene la
medida exacta como para rodearme la espalda
sin dejar de
rozarse los dedos tras mi nuca.
Pero es imposible describir la sensación
de balancearse en los columpios de sus brazos.
Y no sé si
es que
ambos
estamos
cayendo en
picado
y a la misma
velocidad,
pero ella me
aprisiona el pecho
como si
estuviésemos a punto de tocar fondo.
Desde la
primera vez que la vi
supe que me
dolería
como solo a
mi me puede doler el amor
cuando es de
verdad.
Como solo a
mi me puede doler
la ansiedad de la
incertidumbre,
la
impaciencia en la boca por su cielo,
las prisas
en las manos por sus líneas,
la duda de
no hallar respuesta alguna
en la
inseguridad de las primeras veces,
la torpeza
de la inexactitud,
el no ser
sino somos,
la agónica
prudencia del que espera.
El amor,
quizá.
Y es que
sigo siendo
el mismo niño
que metía
los dedos en el fuego
si el
invierno le lamia la espalda.
Y lleva mucho tiempo sin salir el sol.
Y ella es una caja llena de cerillas en mis bolsillos
justo cuando no pensaba encontrar de nuevo los fusibles de
casa.
Aun así
evito su
boca.
Porque si me
lo pide,
me quedo.
Sus labios
son todo un juego de llaves de hierro,
porque al
pasar la lengua por ellos el sabor a sangre te invade la boca.
Y es que no
he encontrado mejor metáfora para explicarle
que no puedo
dejar de lamer sus heridas
con la
esperanza de verlas cicatrizar.
Por eso sé
que si me lo
pide otra vez
me quedo.
Y evito su
boca.
Por eso
y porque
os podría
contar
que he
vuelto a sentir el estomago pender de un hilo
con solo
recordarla bailar sobre su ropa en mi habitación.
Porque por
las noches
puedo contar de la una a las mil
luciérnagas
en su piel
cuando las
farolas se estrellan en sus cristalinas gotas de sudor.
Porque él
solo contoneo de su llavero en el bolso
sabe abrir
los candados que me encadenan al pasado.
Porque me
pide que la acaricie como si fuera de cristal
para no
tener que explicarme que tenga cuidado con las llagas
que le han
provocado los restos de una piel anterior en su piel.
Porque me
pide que la quiera.
Que la
quiera y que le escriba con las letras
de quien no
quiere una voz por respuesta
que no sea
la suya
Porque sus
piernas temblorosas
me arrancan
los suspiros de la boca.
Y me sobra
respirar y el aliento
cuando ella
me agarra de las muñecas
hasta
hundirme en la piel
los dibujos
asimétricos de sus medias.
Porque,
es muy
importante que lo sepas y debes entenderlo bien,
no pienso
irme
ni aunque me
lo pidas.
Y debe ser por eso,
sobre todo por eso,
por lo que evito tu boca.