La he visto mesarse el pelo,
soltarse la coleta con un solo gesto,
cansarse de estudiar entre bostezos
y volverse a hacer la coleta presto
dispuesta a salvar el mundo entre sus
textos.
La he visto coger su lápiz rosa,
desgastar el grafito durante horas,
jugar con mis miradas en su boca,
borrar lo malo de este mundo con su goma,
susurrar sus apuntes de memoria.
Mira a la pared intentado encontrar
la respuesta que no llega a su lengua
esta vez,
yo la miro a ella intentando acabar
un párrafo que describa un “¿por qué?”
preguntas con respuestas que no se ven,
las líneas perfectas hechas mujer.
Apoya su espalda sobre el reposa
brazos
y muerde sus uñas de forma nerviosa
desde hace rato,
ella sabe que yo la miro y sigo sus manos
que están de aquí para allá rozando
sus labios.
Y es que ese pijama rosa le queda de
puta madre
pega jodidamente bien con estas sillas
marrones caníbales.
Que yo me he vuelto algo más grosero
lo dejamos aparte
pero es que esta sala se queda tan
fría cuando ella sale,
aunque sea para traerme galletas de
chocolate.
Mi vista no ha probado algo más dulce
que sus lunares.
Como otras veces ya me ha pasado...
están a más de un cielo de distancia
nuestros pasos.
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