Querida tú:
Espero que de una manera u otra te
llegue esta carta.
Siento no poder decírtelo a la cara.
Ya ves, yo a veces, también soy un
poco cobarde.
Y es que, me estas dejando sin habla.
Te escribo, para decirte todo sin
pronunciar palabra,
sin decir nada.
Que de eso sabes tú mucho.
Intentemos dejar de ser ambiguos.
No sé muy bien ni como comenzar,
me gustaría contarte tantas cosas…pero
no sé ni cómo.
Será que no tengo agallas,
o será que ya sabía desde hace mucho
como iba a acabar todo esto.
Sin ni siquiera haber acabado.
Sin ni siquiera haber comenzado.
Me enveneno
si te sueño. No recuerdo
cuando estoy
dando un paso en falso
o cuando
estoy en lo cierto.
Pienso que el problema principal,
de casi todo,
viene cuando nos guardamos palabras,
porque no se qué ocultas tú,
o porque no se qué clase de mentira
estaré diciéndote esta vez,
para disimular que, si me miras,
no me tiembla el pulso.
Si tu mirada se clava en mí por un
segundo
y parada, como la aguja de una alarma,
me despierta en pleno mediodía
con tu piel de melodía
y una caricia fría.
“Y acabo por
ser el despertador
con la
sonrisa más bonita de Madrid”
He comenzado
a taladrar las paredes poniendo nuevos clavos,
para que no
se vuelvan a precipitar los cuadros
cuando
desfiles de nuevo por el pasillo de mi cuarto.
Ahora, estoy buscando una frase que
ponga el mundo del revés,
a ver si así, la frontera de mis dedos
y la frontera de tu piel
se convierten en la misma.
Sin pagar por este viaje, sin peajes.
A ver si así, empieza a no haber
diferencia entre
el precipicio de mis labios y el
acantilado de los tuyos.
A ver si así, nuestras palabras se
encuentran en el mismo aliento.
“Seguro que
hay un sitio en el cielo
reservado
para todos aquellos
que estuvieron
donde estuve yo.
A
10 mm de tu boca”
Y
muero cada noche, y me desvelo. Me vuelvo loco, y me despierto.
Me
das miedo.
Quiero que me
expliques esa forma que tienes de desordenar todo
y que parezca que no
has tocado nada.
Aparecer en el momento
oportuno, justo con lo que necesitaba.
Un Poco de ti.
Y siempre acaban mis
letras
tiradas por el
retrete.
Un jarro de agua fría
de repente,
es que es verte
y se me acumulan las
cosas pendientes.
Esta noche no te voy a
decir la verdad, pero tampoco voy a mentirte,
no quiero tener
después que arrepentirme
por aquello de que
somos esclavos de lo que decimos
Pero, ¿y si tampoco me
siento dueño de lo que callo?
Te miro,
y te veo con mis
silencios en tus manos,
es entonces cuando
comprendo que soy preso de lo que no te digo
pero que tú ya sabes
muy bien.
Emigro, hacia un lugar
donde no quiero estar,
pero es que estoy
viendo, que las respuestas
a todas mis preguntas,
tú, no me las puedes dar.
"Todos, en el fondo, seguimos esperando una carta que nunca llegará". Carme Riera.