sábado, 31 de mayo de 2014

'Derecho al delirio'

Nunca he sido de esos chavales que tienen traumas infantiles con la oscuridad,
el pavor irracional a lo que no vemos,
la desconfianza hacia el mar 
o a los caminos de los que su final desconocemos.

Que nunca he tenido miedo,
y me resulta extraña esta inquietud al sentir su presencia.
Que nunca pensé que algo tan insignificantes como 
sus dudas,
su infinito interrogante,
su intriga en los labios,
pudiera hacerme sentir tan vulnerable. 
Tan de cartón y piedra.
Tanta impotencia.

“Los días rojos son terribles, de repente tienes miedo y no sabes el por qué”



Y no sé que me duele ahora mismo más,
si sujetar esta taza de café ardiendo con el calor que hace ahí fuera,
si esta falta de aire por el viento que ha dejado de correr entre estos pasillos,
si tener que seguir estudiando a las 3:00 de la madrugada o
esas marcas que dejaste en las comisuras de mis labios anoche.
Me apetece volver a besarte, que ironía.

Aunque si nos ponemos a hablar de ello,
tengo que decir que lo más irónico de todo esto
es que la única razón por la que me vea andando por la cuerda floja,
en este día dibujado en escala de grises,
sea la persona
capaz de salvarme de todo esto.
Porque llegados a estas alturas, 
no me pensaría ni dos veces en tirarme por el acantilado de su boca.

Seamos sinceros, si sus labios fueran una trampa mortal
a muchos les empezaría a importar un poco menos todo eso de la inmortalidad.

No hay palabras para explicar ese “ quien ” que consiga hacer la función correcta del pronombre “ tú ” en estas frases. 
Por eso de ella me limitaré a decir lo necesario.

Ella a veces puede ser como ese beso en la comisura
seguido de un hasta nunca,
como ese punto y final al que no le siguen otros dos...
esos en los que solo creen idiotas como yo.
Ese
Adiós
Sin un
Hasta luego.
Hay días que ella puede ser ese nuestro todo que al final acaba.
Siendo nuestra rabia por quedarse sin nada.

A lo mejor son solo confabulaciones mías,
pero esta noche asesinaría a cualquiera por meterme entre sus sabanas.
No quiero morder la vida, 
quiero que la vida me muerda a mi
con sus dientes.

Ella es lo que sucede en tu vida
cuando se deja al azar
jugar en el patio de atrás.

Ella es como esa dulce venda que llevo ahora en mis ojos
en el momento de cruzar todas estas calles
apostando que el semáforo no estará en rojo.

Ella es de esas de las que todo el mundo habla siempre
pero nadie ha visto jamás,
y estoy seguro de que si os la cruzaríais por la calle
no dudaríais en salir corriendo detrás.

Ella es cualquiera de esas que verías en un bar
y estaríais de acuerdo conmigo en que 
cualquiera 
no es un término que vaya mucho con ella.
Si, de esas, de película, para que lo entendáis todos:
por la que rebobinarías la cinta una y otra vez. 

La misma que calienta las bebidas de la barra 
para luego no volver,
porque ella sigue siendo eso al fin y al cabo, algo efímero.
“Un gato sin nombre ni dueño.”



Ella es un poco todo eso y un poco nada, 
el sabor de la hiel,
la miel en los labios de aquel al que se la acaban privando.
Un desconocido al que crees conocer muy bien.
El río que se torna en sangre.
El alcohol en la herida.
La rosa y sus espinas.
Algunos versos de sabina.
El silencio y un compás.
Bailarle el agua y la misma sed.
Un aguacero en el desierto.
Un millón de agujas por la espalda terminando en escalofrío.


La reconoceréis por la tinta negra en su muñeca izquierda. 
Le corre poesía por las venas.


Estoy intentando ser un millón de personas más…
que quieras que sea
“dime lo que quieres y lo seré por ti”



Supongo, que si existe el amor, tiene que ser parecido un poco a eso de dejarse vencer por alguien a quien no le hace falta que le expliquen cómo hacerlo, sabe de sobra como ganarte.


Todos los libros me hablan de ti desde hace meses,
de la estupidez de los idiotas que creemos que podemos cambiar el mundo con unas cuantas palabras, o evitar su fin, que para mi viene a ser lo mismo que el día en que la conocí. Pues bien:

El fin del mundo tiene que tener sabor a carmín
y sonar como un par de tacones subiendo las escaleras.
Y deben de ser suyos.

Tú no me has visto hablar de ti,
rozar el silencio con tú nombre es algo más que un eco.
Tú no me has viso hablar de ti,
pero los que si lo han hecho saben que no es cosa de versos.
No sería capaz de explicarlo en un texto.

Las 4:00, pasa el camión de la basura, como siempre a esta hora.
Y yo sigo andando de puntillas para no romper nada.

Los platos están rotos,
las vajillas enteras desechas.
Sus piernas son las quimeras
que dejan las espinas para los locos
y las rosas para ella.

Picture from Sara Bueno

domingo, 4 de mayo de 2014

y hasta aquí puedo leer

Escribo un poco torcido últimamente,
una de las patas de mi mesa esta coja
y no encuentro el taco de papel que ocupe el tamaño exacto
con el que se dejen de balancear mis letras.
Contigo pasa igual

No encuentro la cantidad exacta de palabras con las que terminar de explicar
que yo voy a seguir escribiendo en tu dirección por mucho que intente cuadrar la mesa.
Mi mundo se esta balanceando mucho, y es tu culpa,
y me temo que eso no hay ni papel ni poema que lo pueda remediar.

El corrector de mi móvil me sugiere tu nombre,
será porque tengo el blog de notas lleno de frases 
que empiezan y acaban en el mismo sitio.
Adivina cuál.
Quizá él también esta un poco cansado de abrir tu chat
escribir de todo y acabar mandando nada.
Él también está impaciente por ver que respondes.

¿Quien sabe que es lo correcto?
Pero creo que de eso se trata, joder, 
de jugar con nuestras cartas,
de jugarse la vida en cada madrugada 
y de quedarnos despiertos hasta ver ganar otra batalla
que tenga como objetivo llegar hasta el final de tu falda.

Quiero jugar con tus armas a ver quien muere primero, 
empezar por tu espalda y 
conseguir una buena razón para no dormir.
Que claves alfileres sobre mis pesadillas
y calientes el cielo que se ve desde mi cama.

Voy perdiendo
en tu juego de ambigüedades.
Me están matando
unas palabras mal acentuadas
en un contexto que desde luego no esperaba.

Debo decir que, si descubro que eres tú,
puede ser que me deje.

Dime
¿quién no teme al amor?
aunque debes saber algo
"yo ya no temo a lo que se me viene encima
sino a lo que se me va."

Esta vez me he subido yo mismo a la noria,
siendo el ratón y el pedazo de queso,
dando vueltas a la misma historia,
a ver si en una de estas descubro como arreglar el exceso
de cuentos para no dormir que calan mis huesos.

Esta noche me quedaré desdibujando mis pesadillas
mientras espero a que vengas a arropar este frío suelo
con tu lencería.

Entre tanto, te explico:
no eres lo que buscaba,
te lo aseguro.
Pero últimamente no me conozco.

Tengo una peculiar forma de hacer las cosas,
no intentes entender esto último,
cuando lo entiendas será demasiado tarde, estoy seguro.