jueves, 25 de diciembre de 2014

Las astillas de mi lápiz.


Estaba pensando que todo termina,
y lo triste que resulta esto.

<<O el final de una espera.>>

Hoy puede que ya nadie espere,
que no muera por esperarte a la vuelta de mi espalda
acurrucada en el lado izquierdo de mi cama.

Puede que escuchara al vaho dibujar el perfil de tus labios en la fría ventana
que  horas antes besabas
como queriéndome trazar recuerdos imborrables en el aire.

Puede que se vaya el miedo 
de encontrarte  a la vuelta de cualquier esquina.
Puede que deje de sentir que vaya a ocurrir.

A lo mejor, ya no dejas que se mueran por ti.

He visto como los cementerios
conjugan los nombres de las lapidas con flores.
Y como tú, ingenua, camuflas tu campo de minas con rosas
sin saber
“que nadie escribirá de ti cuando yo haya muerto”

Fallecía tantas veces en tu boca
que la inmortalidad me empezó a saber a agonía.

Y el camino de vuelta a casa
era una linea trazada a punta de pistola
desde mi boca a tu espalda.
Y ya siempre quería volver.

Hice un ovillo de alfileres entre mis manos
solo para que vieras que no llegaba con las manos vacías.
Fui un rió de sangre corriendo por tus brazos,
siguiendo la estela de tus venas,
formando estalactitas en tu piel con cada gota
para tener algo a lo que aferrarme antes de precipitarme
contra la obviedad del asfalto.


Porque eras musa y no promesa
y tenía que caer y perderte
para que siguieras siéndolo.


Los espejos se despedazaron en mil pedazos cuando te marchaste
como queriendo buscar la limosna de tus miradas,
las sobras de tu reflejo por los suelos.
Como queriendo buscar algo de suerte
“aunque fuera de la mala.”



Siete años no son suficientes,
ni tampoco siete vidas.



Y yo rocé tu fuego el tiempo suficiente
como para ver convertido el hielo en hierro.
El tiempo suficiente como para verlo todo reducido a cenizas.


Hay urgencia en mis palabras por decírtelo:

Me hubiera querido quedar en aquel agosto toda la vida,
nadando en la llaga
justo entre el borde de acantilado y de abismo
que a partes iguales me prestabas.

 Nunca seré él, pero yo sabía curarte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario